Entre 1983 y 1986, los autos del Grupo B dominaron el Campeonato Mundial de Rally (WRC), representando la cúspide de la ingeniería automovilística de la época. Estos vehículos, con motores capaces de generar hasta 600 caballos de potencia, fueron los más potentes y radicales jamás vistos en las competencias de rally. Sin embargo, su extraordinaria potencia también los hizo extremadamente peligrosos, culminando en una serie de accidentes fatales que llevaron a su prohibición definitiva.
Los Inicios del Grupo B
El Grupo B fue introducido en 1982 como parte de una reorganización de la FIA, que clasificó a los vehículos en categorías A, N, B y C. El Grupo B permitió a los fabricantes mayor libertad para diseñar autos con especificaciones extremas, siempre y cuando se produjeran al menos 200 unidades con características básicas, como tener techo y dos asientos. Esta flexibilidad permitió a los fabricantes desarrollar vehículos exclusivamente para competencias, dando lugar a algunos de los autos más icónicos de la historia del rally.
El primer gran auto del Grupo B fue el Audi Quattro, lanzado en 1982, que introdujo la tracción integral en el rally. Con un motor turbo de 2.1 litros y una potencia inicial de 450 CV, el Quattro revolucionó el deporte. Sin embargo, la competencia rápidamente se intensificó cuando Peugeot lanzó el 205 Turbo 16 en 1984, un auto más liviano y ágil que superó al Audi en rendimiento.
La Competencia y el Incremento de la Potencia
La batalla entre fabricantes como Audi, Peugeot y Lancia impulsó el desarrollo de motores cada vez más potentes y vehículos más ligeros. El Lancia Delta S4, con un motor de 1.8 litros y 500 CV, fue una respuesta directa al éxito del Peugeot 205. Mientras tanto, Audi desarrolló el impresionante Quattro S1, que llegó a generar hasta 600 CV.
A medida que la potencia de los autos aumentaba, también lo hacía su velocidad y la dificultad para controlarlos. Estos vehículos eran capaces de alcanzar los 100 km/h en menos de 3 segundos, lo que los convertía en verdaderas bestias en caminos sinuosos y difíciles de rally. Los pilotos describían una sensación de “visión de túnel”, en la que debían anticipar las maniobras mucho antes de que llegaran a las curvas.
Los Primeros Avisos de Tragedia
En 1985, las señales de que los autos del Grupo B eran demasiado peligrosos comenzaron a ser evidentes. En el Rally de Córcega, el piloto Attilio Bettega falleció tras chocar contra un árbol. Meses más tarde, en el Rally de Argentina, Ari Vatanen sufrió un grave accidente que casi le cuesta la vida, dejando claro que las medidas de seguridad de la época eran insuficientes para contener la potencia de estos autos.
A pesar de estos incidentes, los fabricantes seguían empujando los límites. La potencia de los motores continuó aumentando, llegando a cifras de 750 CV en algunos desarrollos, y la tecnología de combustibles especiales y electrónica avanzó a pasos agigantados.
El Fin del Grupo B
En 1986, las tragedias se sucedieron una tras otra. En el Rally de Portugal, el piloto Joaquim Santos perdió el control de su Ford RS 200 y atropelló a una multitud de espectadores, matando a tres personas e hiriendo a 30. La carrera se suspendió y los pilotos se negaron a seguir compitiendo. Poco después, en el Rally de Córcega, el piloto Henry Toivonen y su copiloto Sergio Cresto fallecieron cuando su Lancia Delta S4 se salió del camino y explotó.
Estos incidentes fueron el punto de inflexión. La FIA anunció que la temporada de 1986 sería la última en la que los autos de Grupo B podrían competir, y cualquier evolución futura fue prohibida. Los autos eran simplemente demasiado rápidos y peligrosos tanto para los pilotos como para los espectadores.
Un Legado Inmortal
Aunque su vida fue breve, el Grupo B dejó una marca imborrable en la historia del automovilismo. Los vehículos de esta categoría eran los más poderosos y emocionantes jamás vistos en rally, pero también los más peligrosos. Su legado se recuerda no solo por la tecnología y la ingeniería innovadora que introdujeron, sino también por las lecciones de seguridad que dejaron a su paso.
Como dijo Juha Kankkunen, campeón del mundo en el último año del Grupo B: “El Grupo B era para hombres”. La fascinación y tragedia de esta era del rally sigue viva en la memoria de los aficionados, y aunque su final fue abrupto, los autos del Grupo B siempre serán recordados como los más legendarios de la historia del WRC.